DOÑA MECHA Y SU RELOJ

La maestra Fredesbinda Bustos Bazán de Ares, era hija de doña Robertina Bazán y de don Medardo Bustos. Había llegado a Victorica junto a su familia en los primeros años del 1900, procedentes de la provincia de Córdoba.

Después que recibió el título de maestra, ingresó en la entonces escuela de niñas Nº 8. La casa de su familia estaba situada sobre la vereda del ex Hotel Francés de la familia Cazaux. La escuela Nº 7 estaba situada a una cuadra y media de su domicilio.

En esa escuela llegó a Directora  y luego fue la primera Directora del Instituto de Enseñanza Media Básica “Félix Romero”. Renunció al mismo cuando la ascendieron a Inspectora y la trasladaron a Mar del Plata.

Para hacer la mudanza, doña “Mecha” como le decían sus amigas, le solicitó la colaboración a Germán Funes, uno de los porteros de la escuela Nº 7, que vivía sobre la misma calle un poco más allá de una cuadra. Germán accedió inmediatamente, dado que había sido ella la que elevó carta de recomendación y antecedentes al Consejo Nacional de Educación para su nombramiento.

Hubo que embalar no solo los muebles del hogar, sino la biblioteca personal y familiar y también aquella hermosa cabeza de toro polled-hereford embalsamada, que nos sabíamos detener para mirar por la ventana abierta, quedándonos extasiados con esos ojos abiertos del toro. ¿Dónde estarás ahora?

Cuando terminaron de subir todo al camión, Germán le dice, que sólo queda el reloj de pared, pero faltaba una caja para embalarlo. Ante lo cual doña Mecha dijo: “No ese reloj que me despertó todas las mañanas desde que comencé a dar clases, se queda aquí en Victorica” y se lo regaló a él.

Allí está en la casa de la familia Funes. Germán ya partió, seguramente lo habrá recibido doña Mecha que se le adelantó, pero antes que ellos se fue don Lalo, el esposo, también maestro. El hombre del moñito, que fumaba cigrros de hoja y tenía una coupé.

Según cuenta Luisa y su hijo Cacho Funes, el reloj andaba perfectamente hasta hace unos años. Es a cuerda de fabricación extranjera y ellos lo cuidan como un tesoro familiar.

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