DOS ALEMANES EN VICTORICA

PERSONAJES DE ANTAÑO.            En una toma fotográfica, del año 1946, probablemente para los festejos del cincuentenario de los Salesianos en La Pampa, entre un grupo de colaboradores de la obra de Don Bosco en Victorica (La Pampa), junto al RPS  Juan Nazi y al Dr. Adolfo López Seoane, por entonces intendente municipal, aparece entre varios vecinos, don Luis Schwarz.            En la memoria de 1951, de la Cooperativa de Electricidad de Victorica, fundada en 1946, que contaba con un motor de tecnología alemana Otto Deutz, se agradece la acertada colaboración de don Luis Schwartz, la que se reconoce en igual dimensión que la prestada durante 1950, era presidente de la misma por esos años don Gregorio Maceda.
            Don Luis era un alemán, probablemente llegado a la Argentina, como tantos otros inmigrantes, huyendo de los preparativos bélicos de la segunda guerra mundial.  De estatura mediana, cabello castaño, cutis cetrino, ojos pardos, nariz aguileña.  Hablaba el castellano con el duro acento de su idioma natal. Vivía frente a la sucursal de Federico Calandri. Cruzando la calle estaba el ex hotel “Francés” de los Cazaux, por aquellos años regenteado por don Marcos Figueroa y su familia. En la otra esquina estaba la casa de don Sebastián Carballo y su familia.
            Aparentemente el inmueble donde estaba la vivienda y el taller, más un automóvil Chevrolet 1938 color azul que conducía don Luis, habrían pertenecido a don Clemente Casadeval  dueño de un campo en la zona.            Hacia el costado oeste estaba la vivienda de don Pedro y Magdalena Baldi italianos, y hacia el norte, separado por un baldío se encontraba el boliche del judío da nacionalidad alemana don Jonathán Humberto Raiman y unos metros mas allá la carnicería del árabe  Bóles.
El bolichero judío.             Según Enrique Pereyra, (alias el Negro Jofré), Raiman había llegado a Victorica desde una de las provincias sureñas, era un hombre de cutis rosado fuerte, lampiño totalmente, dado que no tenía, cabellos, cejas, bigotes o barba y no era porque se afeitaba, sino porque directamente no asomaban. El correveidile del pueblo decía que eso era producto de las torturas a las que habría sido sometido en su país de origen.
            De estatura baja, fornido, ojos claros, con manchas en sus manos y brazos y aun en parte de la cara y el cuello, probablemente vestigios de quemaduras, a las que habría sido sometido por sus torturadores. Usaba bufanda o pañuelo y anteojos ahumados permanentemente, aún dentro del local en el que trabajaba.            Mientras que don Luis era técnico electricista, entendido en radiorreceptores, don Humberto era “bolichero”. Vendía copas al mostrador, pero también tenia una mini despensa, en la que comercializaba, vino suelto que compraba en bordelesas, uva fresca de su propia parra, zapallitos del tronco, cebolla de verdeo y algunos choclos de estación de su quinta en el terreno del fondo, más golosinas, cigarrillos, tabaco y fósforos. También atendía algunos parroquianos que jugaban a las barajas españolas y mientras se divertían tomaban café y bebida blanca,en invierno, caña, cognac o ginebra “Llave” o “Bols” o cerveza y vino en verano.
            Algunos de sus parroquianos diarios eran Paulino CorreaUrbano SosaJosé JofréMatos, el que le hacía la quinta, Dorta un mecánico del taller de Roberto Pagella,  “mudo” Carballo,  “Lalo Cisneros”,  “Lalo Sosa”, el carnicero Bóles y el propio Schwarz, quien tomaba allí su primera caña de la mañana.            El 24 de julio de 1943 un núcleo de vecinos eleva al Consejo Municipal del pueblo un petitorio para el arreglo de la calle gobernador Luque, entre ellos esta la firma de Humberto Raiman.            Don Luis Schwarz era católico practicante, colaborador de la obra de Don Bosco en Victorica. Probablemente haya llegado allí por indicación de algún cura de los alemanes del Volga que estuvieron en Colonia Barón en la Iglesia San José y en Telén.

En la última fila en el extremo derecho con mano en bolsillo está don Luis Schwarz, al lado de don Roberto Pagella vecinos de la cuadra

            En los primeros años de fundación de la Colonia Santa María aparece por el año 1915 cuando se hacen cargo los salesianos, un cura llamado Ludovico Schwartz, primer capellán vicario que conocía el idioma alemán. El año 1937 el RPS Luis Schwartz aparece en Telén, pero aquejado por  enfermedad poco tiempo después se retira de La Pampa.
            En 1940 don Luis Schwarz presenta un presupuesto a la Asociación de Beneficencia para la instalación eléctrica de timbres en el Hospital de Victorica y posteriormente otro  para instalación de agua corriente, fría y caliente, a la cocina nueva. En el membrete de las hojas se lee “Taller Mecánico”, debajo los rubros “Instalaciones de agua corriente” y en el renglón siguiente con letra de imprenta más pequeña y en negrita, “Electricidad y Radio”.
            El alemán y el judío-alemán, sostenían una amable vecindad, pero cuando el alcohol desinhibía y aflojaba la lengua, el pensamiento nacionalista duro de don Luis herían la sensibilidad del hosco y huraño Raiman.  Ambos eran inmigrantes, sin familia constituida en Victorica.. Schwartz era cliente del Hotel Figueroa, mientras que Raiman comía en su propia casa. Ambos eran clientes de la lavandera y planchadora doña Jacinta Gil viuda de Nuñez, que vivía en un rancho en la esquina, frente a lo del italiano Cesanelli y de Germán Funes uno de los porteros de la escuela 7.            Enrique Pereyra recuerda que Schwartz usaba un cinto con una gruesa hebilla en la que había inscriptas tres palabras en alemán. Vestía chaquetilla de mecánico con varios bolsillos, botines y sombrero de paño.
Teresa Spadini, junto a Mary Balbi cuando niñas, se quedaban absortas frente a la puerta o la ventana del local de Raiman, mirando los grandes cuadros con hermosas reproducciones de ángeles de bellísimos rostros y alas blancas recortadas sobre un firmamento celestial.
El radiotécnico.Por esos años iniciales de la década del 50 la Cooperativa extiende el radio y el horario de prestación del servicio eléctrico. Asimismo la mejora general de los salarios permite que las familias de los trabajadores puedan acceder a los electrodomésticos y sobre todo al radiorreceptor. La radio era el aparato más preciado por toda la familia porque a ella nos apegábamos todos, en distintos horarios. Los niños, para escuchar Tarzán o Sandokán el Tigre de la Malasia, las abuelas, las madres y las tías para escuchar el radioteatro “Los Pérez García”, nuestros padres los programas de tango como “El Glostora Tango Club”, los de humor como “La Revista dislocada” y el deporte, fundamentalmente el fútbol, el box y el turismo de carretera.
            Por aquellos años, las familias más pobres tenían radios que alimentaban con una batería que era necesario hacer recargar. Uno de los lugares donde se recargaban era justamente la Cooperativa. Mi padre había preparado un esqueleto de carretilla en la cual a mí me tocaba transportar el acumulador. Allí lo solía ver a don Luis compartiendo el trabajo junto al español Maragoñas, mientras preparaban la parrilla para el asado de la guardia nocturna.            Me solía llamar la atención ver, por la  vidriera de su local, a don Luis con grandes auriculares, arreglando aparatos de radio, mientras trataba de sintonizar en onda corta el programa de su preferencia.
            El amigo Cacho Peralta recuerda una discusión con  “Titoro” Jiménez, quien ofuscado le recriminaba a Schwartz en duros términos su demora en entregarle el radiorreceptor, que hacía varias semanas aguardaba en la pila. “Titoro” profería ya agravios de subido tono como “viejo atorrante, sinvergüenza” a lo que don Luis solo contestaba con su silencio, mientras Jiménez ya montado en cólera le expresa “Viejo borracho, prostituto”, ante lo cual don Luis, ya duro de oido y turbado por la discusión quiebra su silencio y le desmiente en voz alta: “Un momentito, puto no, puto no.!!”
            El Dr. Simón Sigalevich, un ucraniano, quien fuera director del Hospital desde 1956 en adelante, contrata a don Luis Schwartz para que colabore con el Alemán   Juan Kasper y el coterráneo Dailoff en el mantenimiento del motor y las instalaciones eléctricas.
La madre de todas las caídas.            La soledad y el desarraigo, lo llevaron sus últimos años a refugiarse en la bebida. Recuerdo que solía aparecer por la cantina del club Social donde trabajé desde 1958 a 1962. En verano tomaba cerveza o cinzano con fernet y en invierno café negro sin azúcar acompañado de dos o tres copas de ginebra o coñac.            Pero al club Social llegaba alrededor de la una de la mañana, después de haber pasado por el boliche de Jofré, el de “La Pobrecita”,  “La Posta” de Valentín Ramos, la cantina del club Cochicó por esos años regenteada por Jorge Moisés y a veces por la confitería del “Gato” Lamónica. Cuando escuchaba sus pasos vacilantes en el piso de madera, le encendía la luz para que no se llevara por delante la enorme villa, que estaba colocada a la entrada.
            El alumbrado publico por aquellos años se cortaba justamente a la una de la mañana. De modo que en noches oscuras y con varias copas encima, don Luis caminaba intuitivamente, dado que ese trayecto lo hizo durante varios años.            Todo fue normal hasta que un grupo de vecinos de Victorica, a principios de la década del 60 se les ocurre donarle al municipio un monumento a la madre, el que es colocado en el centro del camino que comienza en la esquina de la Iglesia. El cura Eugenio Rolhaiser un descendiente de los alemanes del Volga la bendice, ante la presencia de la banda que dirige Mecca, rodeada de vecinos y autoridades.
            Una noche, don Luis venia mascullando sus cuitas, rumbo al club Social, el alumbrado ya se había cortado después que bajó los escalones del club Cochicó. Calculó los pasos que tenía que dar para subir los escalones de la plaza y se aprestó a continuar caminando. Pero se llevó por delante el monumento a la madre que su mente no tenía registrado y la noche oscura y sin alumbrado no le permitieron visualizar. “La madre que los parió, ¿quien carajo puso esto acá?!!”, contaba el “Negro” Di Dio que habría expresado don Luis, indignado por haber sufrido una caída inesperada a raíz de la cual se rompió la nariz.
            En 1960 don Luis ya tiene competencia instalada en el pueblo, porque Benjamín Berrio ha puesto desde hace unos años su propio taller de reparación de radio. Cuando nos reuníamos con el “flaco” Etcheverry y  “Toto” Becerra a cenar en lo de Figueroa nos encontrábamos con don Luis que era cliente del hotel. En el vecindario se había corrido la voz, no sabemos si estaba magnificada por el temor de algunas dueñas de casa o de las niñas que tenían hermosos mininos, que a don Luis le gustaban los gatos al asador.            En tanto al judío Raiman también le aparece competencia,  del “Toto”  Álvarez, quien abrió boliche frente al taller de Pagella, el propio Matos su quintero, también ha hecho lo mismo.

A la derecha, el cuarto hombre, de sobretodo es don Luis Schwarz. A la izquierda del Obispo se encuentra el fotógrago Rex Murad, conocido como “Turco” Prado y entre ambos detrás el Párroco RPS Juan Nazzi

La gente ha podido acceder a heladera propia para su hogar, de modo que la venta de bebida fría  disminuiyó, lo mismo que la de barras de hielo que compraba en lo de Rochereul y mantenía en el sótano para ir fraccionando y revender en trozos. Por otro lado las verduras y hortalizas como las frutas no solo las venden a domicilio el “Gallego” Urmente, sino también Pedro Piccolomini, además que la mejora de los caminos permite la llegada periódica de camiones con fruta, papa, ajo y cebolla desde las provincias vecinas. Ya sus años casi no le permiten subir a la escalera para atar cada racimo de la parra y colocarle la bolsa de papel madera para defenderlos de los pájaros y menos hincarse en la tierra para sembrar ajos o zanahorias.
El progreso y los años a ambos les van restando capacidad laboral a la par que comienza a deteriorarse su salud. El cigarrillo y el alcohol hacen el resto. Don Luis Schwartz es suplantado en la Cooperativa por el más chico de los Kasper, en tanto que el otro hermano FelipeKasper que trabajaba en lo de Calandri, terminó comprándole la propiedad en la que estaba no solo el taller de radios sino tambien la fosa del taller mecánico y su vivienda. Lo que fue la vivienda y comercio de Raiman fue demolido y sobre el terreno se construyó años después una vivienda familiar.
Raiman falleció en septiembre de 1961, el diagnostico de Simón Sigalevich fue tumor de laringe. El acta de defunción lo consigna como de nacionalidad alemana, con sesenta y un años de edad, soltero y comerciante.            No se consigna documento de identidad alguno ni dato de filiación sobre sus padres. Curiosamente aparece como declarante de la muerte don Aloisio Schwarz, soltero, domiciliado en Victorica de cincuenta y nueve años, quien dice ser amigo del fallecido.
            Alcanzó a conocer la noticia de la captura en la Argentina de Adolf Eichmann en mayo de 1960, el mayor exterminador de judíos en la Alemania nazi. Seguramente Raiman recordaba algunos crímenes horrendos del holocausto, por eso era que no podía tolerar ni en broma que alguien lo denigrara con anécdotas entre alemanes y judíos.            Cierta vez don José Jofré que era uno de sus pocos amigos, lo invitó a comer un asado, al que asistió Raiman. Luego de degustar el mismo y ya en la sobremesa uno de los invitados con unas copas de más lo agredió por su condición de judío, manifestándose de acuerdo con la política de Hitler. Eso bastó para que nunca más Raiman aceptara otra invitación a la casa de su amigo que también tenia boliche en la zona de la estación del ferrocarril. 
            Su vecino y connacional Schwartz lo sobrevivió más de una década. Alguien le había otorgado una pensión para que pudiese sobrevivir sus últimos años. Tampoco hay datos sobre filiación, ni documento de identidad alguno y menos causa de la muerte de don Luis que ocurrió un mes de mayo de 1972, la que es declarada por un empleado municipal.

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