Don Miguel Di Dio, fue un italiano que llegó a Victorica, el primer pueblo del antiguo Territorio Nacional de la Pampa Central a fines del siglo XIX. Se dedicó al trabajo de alambrador, dado que por esos años era el conchabo que más abundaba en la amplia región del noroeste pampeano.
El año 1.896 ya habitaba con su esposa Teresa Papaleo, hija de una familia de italianos ya residentes en Victorica, en el Barrio que años después el santiagueño Pedro Telmo Lobo bautizó como “El Barrio Latino”, porque precisamente en el mismo se habían afincado varias familias de la península de Italia. Incluso el año 1.904 se inauguró en el mismo barrio, el edificio de la sede de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos “Umberto Primo”, el primer salón del pueblo.
De ese tronco de los Didio, uno de sus hijos fue bautizado con el nombre de Nicola o Nicolás, quien se casó con Juana Cazanave. A don Nicola lo conocimos y lo tratamos allá por la década de 1.950, cuando él atendía el Hotel, situado frente a la plaza, enfrente de la Municipalidad, con su familia. Solía asistir al Club Social después que terminaba su tarea en el Hotel.
Ricardo al lado de una tía, le sigue Negrita Aulestiarte, su compañera de la vida, doña Juana que sostiene al niño Oscar y a su lado su padre don Nicolás.
Dicha familia estaba formada por Nicola, doña Juana y tres hijos varones. Juan Carlos el mayor, Ricardo y Oscar Antonio el más pequeño, quien sería uno de los desaparecidos pampeanos el año 1977 en épocas de la última dictadura militar en la República Argentina.
Ricardo, luego que egresó de la escuela primaria, ingresó a la Escuela de Agricultura y Ganadería de la Nación de Victorica. En ésa época el director era el Ingeniero Juan Carlos Lassalle. Ricardo integró el equipo de fútbol de esa escuela. Se puso de novio con Nélida “Negrita” Aulestiarte, para toda la vida, quien fue su gran compañera, solían bailar folklore en los actos patrios.´
Ricardo era un joven inquieto, con ganas de hacer cosas por su Victorica natal. Se calzó la camiseta del Club Cochicó desde muy joven. Ese Club que llegó a presidir, y al que le dedicó muchos años de esfuerzo de su vida. Era el Club en cuyo equipo habían formado parte en los años iniciales, de la década de 1.920, tres de sus tios: Juan, Miguel y Domingo, éste último fue el presidente de más larga trayectoria de dicha institución.

A Ricardo se le inflamaba el pecho de orgullo al recordarlo cada vez que podía, desde el micrófono dentro y fuera del salón de la institución de la calle General San Martín (actual Nº 15).
Y lo hacía con esa voz potente, clara y cargada de emoción que había cultivado desde la “Propaladora Victorica”, que instaló en una pequeña sala del Hotel “El Cóndor” que antes había sido de la familia Padrone y que después administró su tío José, antes de pasar a manos de su padre.
No asistió a ninguna Academia ni escuela de Locutores, pero era un excelente locutor por el oficio y el entusiasmo que le ponía en cada ocasión. A veces improvisaba y de su mente y su corazón le salía una catarata de adjetivos, y sinónimos que no cesaba hasta que el público no arrancaba con los aplausos. Compró discos, después cassette, luego adquirió un grabador, después puso las bocinas en una camioneta y salió con la propaladora móvil.
Lo contrataban no sólo en el pueblo, sino para todas las fiestas, actos o acontecimientos en los pueblos vecinos también, incluso hasta los del sur de San Luis. Se había convertido en un gran Animador Cultural. Él siempre recordaba, cuando alguien lo felicitaba por su desempeño, que el responsable de ese oficio que amaba tanto, fue el Ingeniero Lassalle, porque en una fiesta de la Escuela le dijo, que él tenía que ser el encargado de hablar cada vez que hubiese un acto.
De esa manera cuando egresó de la Escuela de Agricultura a fines de 1955, se encontró que el que tenía una propaladora era Carlos “Pelado” Gesualdi, que funcionaba desde una salita de la planta alta del Cine Armonía. Antes el que había desempeñado el oficio, también como autodidacta fue don Santiago Di Fernando que transmitía desde la salita al costado de la municipalidad y que tenía bocinas colocadas alrededor de la plaza y en los techos del edificio.
Más o menos por la misma época apareció otra propaladora en Victorica, impulsada por Roberto “Gu” Figueroa, que estaba situada en una sala del antiguo hotel Francés, administrado en ese entonces por su familia Marcos Figueroa y Nuncia Ingrassia. Se pusieron de acuerdo que por las mañanas funcionaba la de Figueroa y por la tarde funcionaba la de Ricardo Di Dio.

Ricardo Di Dio fue un avezado locutor autodidacta, que invirtió en lo que le apasionaba -comprando música, micrófonos, bocinas, reproductores de sonido, grabadores, cableado para llevar las bocinas a más de cien metros y trabajó con ese medio de comunicación en forma ininterrumpida más de cincuenta años. Los últimos años lo hacía desde su móvil instalado en los vehículos que supo tener. Petra Alfonzo fue durante muchos años la ayudante y también la voz de la propaladora “Victorica” de Di Dio, después hubo otras voces como Mary Alfonzo, Guzmán y Mary Urmente.
Murió imprevistamente un 26 de enero del año 2.013, en horas de la mañana, al otro día tenía que subirse al escenario para ser la inconfundible voz de la Fiesta de la Ganadería del Oeste Pampeano. Hoy -3 de julio- es el Día del Locutor, por eso lo estamos evocando, porque muchas noches, en alguna fiesta o acontecimiento alguien, cuando no se alcanza a tocar el corazón de las personas para ponerle emoción al evento, suele decir “acá hace falta Ricardo”.